
- Año: 1995
- Recorrido: Premiá de Dalt – Zaragoza – San Sebastián – Santander – Madrid – Córdoba – Alicante – Barcelona
- Distancia recorrida: 2.900 Km.
- Vehículo: Citroen Jumper

En los primeros días de diciembre de 1994, cuando recibimos la inesperada noticia de mi traslado laboral a la ciudad de Río Gallegos, surgió la idea, casi una expresión de anhelo, de concretar un viaje familiar a España, concretamente a la localidad de Premiá de Dalt, para visitar a nuestros hermanos (mi hermano casado con la hermana de Marta) y sobrinos; era una manera de incentivar a nuestros hijos para hacer más liviano el cambio de vida que significaba la mudanza a la lejana Patagonia.
Viviendo ya en el sur, allá por el mes de abril de 1995, le terminamos de dar forma a la “loca” idea de la aventura europea, cuando descubrimos que era realmente factible, ya que en estas latitudes habíamos aumentado considerablemente nuestra capacidad de ahorro y teníamos guardada una importante diferencia del pago correspondiente del traslado al sur; trazamos un plan para conseguir el mejor precio de los pasajes y los niños se pusieron a vender sandwhiches y tortas para juntar unos cuantos “pesitos” (dólares por entonces). Sabíamos que el alojamiento era “gratuito” en la casa de Premiá. Tramitamos los ocho pasaportes y el día 4 de diciembre arrancamos desde el aeropuerto de Río Gallegos, nuestra desafiante aventura.
En la ciudad de Buenos Aires, estuvimos alojados dos noches en el hotel de la Fuerza Aérea en Vicente López. A través de Graciela, mi cuñada, alquilamos una van Mercedes Benz, con chofer, y pudimos conocer varios lugares emblemáticos de la Capital: el centro, la Boca, San Telmo y, a pedido de los chicos, la cancha de fútbol del Club Atlético Independiente. A la noche cenamos, invitados por un amigo, Félix Sotelo, en un restaurante del barrio San Cristóbal y el día seis embarcamos en Ezeiza en un avión de Iberia, con escala en Madrid, arribando al aeropuerto del Prat en Barcelona, el día 7 de diciembre. Nos recibió la familia completa y nos instalamos como pudimos los trece. Al día siguiente fuimos con mi hermano, a retirar el vehículo que había alquilado por 15 días, que nos sirvió para movernos cómodos y poder conocer diferentes lugares turísticos.
Si bien ya habíamos conocido algunos países limítrofes (Chile, Uruguay y Brasil) vía terrestre, nunca habíamos realizado un viaje aéreo intercontinental. Era una experiencia inédita para todos.
Por eso, fiel a nuestra costumbre de andar por los caminos, compramos un mapa carretero de España y trazamos un recorrido tentativo, que comprendía ciudades y pueblos de ocho Comunidades Autónomas del país, con un tiempo máximo de diez días. El vehículo tenía un amplio espacio para equipaje y mercaderías y pensábamos dormir en hostales y hospedajes económicos. Con todo previsto iniciamos el periplo el día 12 de diciembre, con rumbo a la ciudad de Zaragoza, capital de la región de Aragón. Básicamente, comprábamos lo necesario en los supermercados y comíamos tipo picnic; recuerdo que comprábamos alimentos y bebidas desconocidas para nosotros, especialmente yogures, jamón serrano, natillas, aceitunas, jugos y dulces. Dormimos en un departamento en el centro de la ciudad aragonesa. A la mañana siguiente desayunamos frente al hotel, un rico café acompañado de “croissants” con chocolate y ensaimadas (factura gigante); luego salimos a conocer la basílica “Nuestra Señora del Pilar”, sobre el río Ebro; también recorrimos el casco viejo de la ciudad y la plaza del Pilar. A la tarde seguimos con destino a Pamplona pero no tuvimos ni siquiera posibilidad de estacionar; incluso hablamos con la policía de tránsito, aunque sin ningún resultado. Conclusión, continuamos a San Sebastián.
Es necesario aclarar que estábamos próximos a la llegada del solsticio de invierno y oscurecía muy temprano (alrededor de las seis y media de la tarde). Llegamos ya de noche a Donostia (nombre en Euskera) y buscamos un alojamiento familiar; algo que nos llamaba la atención era el sistema de estacionamiento medido (todo automático); en nuestra Córdoba no existía tal método, por lo que resultó complicado y hasta cómico “enfrentarse” a las máquinas tiqueadoras. Luego de acomodarnos, salimos a comer algo por la zona, moviéndonos con total seguridad. Una comida novedosa típica de los españoles, las “patatas bravas”, fueron las preferidas de los chicos durante todo el recorrido. La ciudad está ubicada sobre el golfo de Vizcaya y es la capital de la provincia de Guipúzcoa.
A la mañana recorrimos la plaza del ayuntamiento, la pintoresca ciudad antigua con sus estrechas callecitas y sus bares de “pinchos” y la costanera sobre la famosa playa “De las Conchas”. Después compramos lo necesario para armar el picnic de rigor y decidimos cruzar la frontera por la ciudad de Irún para entrar a Francia; rodamos unos pocos kilómetros y paramos a comer en una zona boscosa. Era sólo para darnos el gusto de comer en otro país, ya que el vehículo alquilado no tenía seguro para transitar fuera de España. Como a las tres de la tarde iniciamos el tramo hacia Santander, ciudad capital de la Comunidad de Cantabria. Vale aclarar que nos movíamos indistintamente por rutas comunitarias, provinciales o autovías en excelente estado.
En Santander encontramos un simpático hostal, “Los Corzos”, ubicado frente a una plaza pública. De noche recorrimos y sacamos fotos de la ciudad increíblemente adornada e iluminada para las fiestas de navidad y año nuevo. Toda la mañana siguiente la dedicamos a visitar el icónico Real Palacio de la Magdalena, que fuera residencia veraniega del rey Alfonso XIII y su familia durante décadas; su museo, el mini zoológico y el trencito turístico. Fiel al plan trazado, después del refrigerio del mediodía, seguimos ya con rumbo sur, hacia la ciudad de Valladolid.
Lo que no habíamos calculado era que, por la fecha cercana a fin de año, en esta ciudad se realizaba la colación de grado de la Armada Española y no había alojamiento disponible; ni siquiera para aparcar el vehículo. Era de nochecita y tuvimos que seguir con rumbo a Madrid. Pasando por la sierra de Guadarrama, de noche, nos sorprendió una tenue nevada; ya habíamos andado más de 400 kilómetros ese día, así que decidimos probar suerte en un hotel del pueblo de Guadarrama. Finalmente nos hospedamos bien cómodos en un hotel de 2 estrellas, con desayuno.
El día 16 de diciembre nos organizamos para visitar el imponente Palacio del Escorial y, después del mediodía llegamos a Madrid con la idea de visitar el “Zoo Aquarium”, ubicado en “Casa de Campo”, gran parque forestal de la ciudad capital de España. Lamentablemente nos encontramos con tarifas demasiado elevadas, sin ningún plan familiar que hiciera factible el ingreso. Entonces resolvimos seguir a nuestro destino diario, la ciudad histórica de Toledo, a sólo 72 kilómetros de allí. Está ubicada en una colina sobre las llanuras de Castilla-La Mancha; conocida por los monumentos medievales árabes, judíos y cristianos. Esa noche nos alojamos en un hotel recién inaugurado, en la parte nueva de la ciudad; muy confortable y con un rico desayuno. Obviamente que recorrimos de punta a punta la vieja ciudad amurallada, coronada por su reconocido Alcázar.
Por la tarde avanzamos en el periplo hasta la ciudad de Córdoba de Andalucía, que fuera una importante ciudad romana y uno de los principales centros islámicos de la Edad Media. Actualmente es la que más títulos Patrimonio de la Humanidad de la Unesco alberga, en el mundo. Nos hospedamos en un simpático hostal con patio andaluz; cenamos en una pintoresca masía y a la mañana siguiente visitamos la enorme Mesquita-Catedral que data del año 784 d.c. y el puente romano, sobre el río Guadalquivir.
El día 18 hicimos un tramo corto hasta Granada. Recuerdo especialmente el garaje que nos asignaron para estacionar la Citroen Jumper; rebatiendo los espejos entraba “calzada”. Esa noche cenamos en un pequeño restaurante y a la mañana fuimos a recorrer el grandioso Palacio de La Alhambra, un complejo monumental inicialmente concebido para alojar al Emir y la corte del reino nazarí, y más tarde, residencia real castellana. Realmente de una belleza indescriptible.
Aunque era invierno, queríamos conocer también lugares sobre el mar Mediterráneo, así que apuntamos a la siguiente etapa en Alicante, ciudad de la comunidad valenciana. Ahí alquilamos un departamento turístico, cercano a las playas; cómodo, pero con media estrella en el aspecto higiénico. La “Rambla” y la “Explanada de España” fueron los lugares favoritos para recorrer. Justamente en esta última, el suelo tiene pintadas unas formas onduladas muy características de colores terrosos, y está rodeada de palmeras en fila que le dan un aire exótico y especial. Los chicos se dieron el gusto de arrimarse al mar. Antes del mediodía hicimos las compras de rigor y ascendimos hasta el monte Benacantil (mole rocosa de 167 metros de altitud), a conocer el histórico castillo de Santa Bárbara. Es una verdadera fortaleza, desde donde se puede contemplar toda la bahía de Alicante. Ahí mismo comimos tipo picnic y después continuamos bordeando el Mediterráneo hasta otra ciudad valenciana, en la costa norte de la provincia de Castellón, Peñíscola. Como de costumbre, llegamos de noche y buscando y peleando precios, conseguimos un Apart Hotel de tres estrellas muy barato y con un desayuno súper completo. Esa noche comimos como reyes en un restaurante chino que nos recomendaron, como una especie de “broche final” del viaje.
A la mañana del día 21, visitamos el emblema de la ciudad, el castillo del Papa Luna, emplazado en la zona más elevada del peñón que domina la misma. Esta obra románica fue construida por Los Templarios, sobre restos de la antigua alcazaba árabe, entre 1294 y 1307.
A la tarde recorrimos los últimos 250 kilómetros de regreso a Premiá de Dalt. Con la cena de bienvenida, dimos por concluido el viaje y comenzamos los preparativos para pasar las fiestas en familia.