CONSIDERACIONES FINALES
Ya se han cumplido más de cuarenta y cinco años del momento que iniciamos esta aventura casi épica para nosotros, en ese lejano día 22 de diciembre de 1975; sentimos una profunda satisfacción de haberlo podido testimoniar en este humilde libro-relato, aunque haya pasado tanto tiempo desde el desarrollo de los hechos. Estamos seguros de que, más allá de los enormes cambios tecnológicos que se han producido en todos estos años, lo que conocimos, lo que aprendimos y lo que sentimos en cada momento de nuestra experiencia, se puede transpolar al presente como una cabal muestra de que lo más importante para concretar cualquier proyecto de vida, es la firme convicción de los ideales que nos mueven.
En el viaje, tuvimos la oportunidad de conocer gran parte de América de la manera que siempre habíamos soñado, por tierra, ciudad por ciudad, pueblo por pueblo; creemos que es la mejor forma de conocer a la gente, sus costumbres y sus ideales de vida, y disfrutar de los maravillosos paisajes. También pudimos apreciar la gran diferencia de desarrollo entre los países Latinoamericanos y Norteamérica. En los primeros uno puede quedar maravillado contemplando los templos y esculturas de los antepasados, o los exóticos paisajes selváticos de Ecuador, Colombia y Centroamérica, o la extraña y colorida indumentaria de un sinnúmero de tribus indígenas, o la imponencia de los picos nevados de Los Andes. Desde el mismo momento que uno ingresa a los Estados Unidos, vía terrestre, siente la sensación de haber entrado a otro mundo; con un sistema de carreteras impensado en nuestras latitudes, prolijos pueblos y ciudades y la belleza y organización de sus parques nacionales. Sumado al respeto a las normas de tránsito y a sus semejantes, nos dejó la impresión de ser un gran país, que recibe al turista con todas las comodidades imaginables.
Pero este increíble viaje nos dejó algo mucho más importante y que tuvo y tendrá por siempre un valor incalculable; me refiero a todas las personas, de todas las nacionalidades, que conocimos y que desinteresadamente, nos brindaron el apoyo material y espiritual que necesitábamos para seguir siempre adelante. Reiteramos para ellos nuestra más profunda gratitud.
Otro de los grandes aprendizajes que deja esta forma de viajar, es que uno valora en su justa medida lo que tiene en la vida; lo que significan la familia y los amigos, poder ducharse con agua caliente o saborear una rica comida.
Organizar un viaje parecido, es hoy mucho más factible, contando con enormes avances tecnológicos y de infraestructura caminera; las comunicaciones actuales permiten planificar en tiempo real cada una de las etapas a enfrentar en el camino. Las estaciones de servicio tienen disponible actualmente diversos servicios al viajero, que antes eran desconocidos, incluyendo bares, restaurantes y baños impecables, en muchos casos. La carretera panamericana tiene pavimento en buen estado, autovías y alternativas, que en muchos casos son mejores que la ruta principal. Lo que sigue siendo un verdadero inconveniente para el viajero terrestre, es el famoso “tapón” de la selva del Darién, alrededor de 130 kilómetros en la frontera de Colombia con Panamá. La solución más viable sigue siendo embarcarse, con el vehículo incluido, en algún transatlántico en el puerto de Cartagena, para cruzar hasta Colón, en Panamá.
RESUMEN ESTADÍSTICO
- Ahorro previo durante 17 meses = 1.560 dólares
- Venta de ropa usada, whiskies, mates, bombillas, ponchos y elementos varios = 335 dólares
- Guitarra y canto = 465 dólares
- Venta del vehículo en EE.UU. = 700 dólares
- Total = $USD 3.060 (Tres mil sesenta dólares)
- Por tierra (combustible, comida, peajes y migraciones) = 1.316 dólares
- Cruce Cartagena-Colón en barco = 760 dólares
- Avión comercial Washington – Panamá = 504 dólares
- Total = $USD 2.580 (Dos mil quinientos ochenta dólares)
Volvimos con un remanente de $USD 480 (cuatrocientos ochenta dólares).
Lógicamente que todos estos datos de nuestro viaje tienen una importancia relativa, ya que cada caso particular puede cambiar en función de las posibilidades financieras y la forma de planificar la aventura. Nosotros la encaramos con mucha convicción y con una lista de contactos previos, seguros de encontrar la ayuda justa cuando fuera necesaria. Confiamos también en la importancia de la guitarra, como medio de empatizar con propios y extraños, y no nos equivocamos, ya que siempre fue la llave para entablar hermosas relaciones de amistad. La música, como compositor e intérprete de folclore y tango, siguió acompañándome siempre y generando junto a mi guitarra momentos inolvidables, que quedaron plasmados en distintas grabaciones, en un libro de poesía y música y en la apertura de un canal de Youtube (Esteban Jaureguiberry), en el año 2018, que incluye una importante cantidad de temas musicales.
A la aventura la planificamos y nos preparamos durante diecisiete (17) meses; en ese tiempo compramos un vehículo apto y lo pusimos en condiciones; me asesoré en el aspecto mecánico para saber qué repuestos eran indispensables para afrontar un recorrido tan largo y complejo; trabajamos los dos, con el fin de recaudar todo lo posible y comprar dólares; recibimos un dinero por la venta de un departamento que tenía Marta, compartido con su hermana Laura; agendamos una cantidad de contactos, en diferentes países, que nos facilitaron personas amigas; contábamos también con apoyo “logístico” seguro, por familiares que vivían en Santiago de Chile y en Los Ángeles (EE:UU.). En fin, tratamos de prever todo lo que estaba a nuestro alcance, y nos largamos a la hermosa odisea americana con la absoluta convicción de que era algo posible de concretar.
En cuanto a la documentación, gestionamos los pasaportes en Buenos Aires, y como era muy complicado en esa época conseguir la visa de Estados Unidos viviendo en Córdoba, nos arriesgamos a conseguirla de alguna manera, durante el viaje. Exigían visa de turismo también: Panamá, Nicaragua, Honduras y México.
El carnet internacional de conductor y el certificado internacional del automóvil, se gestionaban en el Automóvil Club Argentino; y existía una Libreta de Aduanas para Sudamérica (tríptico), que también se conseguía en el A.C.A. En cuanto a los cruces de fronteras y mientras tuvieras los papeles en regla, no se presentaba ningún problema. Siempre con tres trámites seguros: Aduana, migraciones y sanidad vegetal. En Sudamérica y Centroamérica, se cobra la entrada y salida de vehículos y personas; en algunos lugares, un extra por fumigación contra la mosca del mediterráneo.
Referente a la calidad y estado de las rutas, resultó muy variado, presentando algunos inconvenientes en sectores de la Panamericana de Perú, Ecuador y Colombia. Nuestra pick up soportaba demasiado peso y, por ende, se complicaron algunos cruces por caminos arenosos o con tierra blanda, especialmente en las alturas selváticas de la cordillera de Los Andes. Por otra parte, lo contrapuesto, un impresionante sistema de carreteras y autopistas, en Estados Unidos y Canadá.
Con respecto al combustible, la “Brava” tenía un motor grande, de cuatro cilindros, que se “bancaba” la nafta común de 85 octanos; salvo en Ecuador y Colombia, donde era más barata pero de menor calidad. Allí pusimos nafta especial. El precio promedio del litro de combustible en el viaje, fue de 0,15 centavos de dólar el litro; rendía un promedio de siete kilómetros por litro. Terminamos consumiendo cerca de 4.100 litros de nafta, con un gasto final de seiscientos veinte (620) dólares.
Para concluir, sólo quiero reiterar nuestro convencimiento de que este tipo de viaje es absolutamente factible de realizar, con diferentes vehículos y de distintas maneras, pero siempre priorizando la actitud positiva y constructiva, por sobre lo estrictamente material. Disponer de una situación financiera más holgada puede, en todo caso, ampliar las posibilidades en cuanto a la forma de encarar el proyecto. En definitiva, se podría concretar en una Motorhome con todo el confort necesario, como así también en un automóvil confiable, con una buena carpa o parando en hostales económicos.
Una alternativa interesante fue la que eligieron nuestros hijos Belén y Gabriel, en el año 2.000. Se casaron y tomaron un vuelo hasta Miami; allí compraron un automóvil, recorrieron 40.000 kilómetros por México, EE.UU. y Canadá, alojándose en hoteles y hostales económicos. Al finalizar su enorme recorrido, vendieron el vehículo para regresar en avión a Argentina.
Finalmente, queremos expresar nuestra enorme satisfacción, al haber podido dejar un testimonio escrito, relacionado con esta inolvidable aventura que vivimos hace tanto tiempo, por los caminos de América.
Se acabó nuestra travesía!
Gracias por compartir esta aventura con nosotros
GRACIAS…

Descargar Epílogo
Epílogo – PDF
Cheers