Brasil – Cataratas del Iguazú

  • Año: 1989
  • Recorrido: Brasil – Cataratas del Iguazú
  • Distancia recorrida: 4.600 Km.
  • Vehículo: Kombi Volswagen

En el mes de octubre del año 1988, siendo Capitán de la Fuerza Aérea, me designaron para asistir a un curso de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), en la ciudad de Río de Janeiro, Brasil. Uno de los organizadores, Coronel de la Fuerza Aérea Brasileña, me regaló en esa oportunidad una “Guía de turismo de camping Quatro Rodas”, que utilizaba siempre para viajar por las rutas de su país. Ese preciado obsequio me despertó la idea de realizar una aventura en carpa con toda la familia, para conocer, aunque sea, los estados sureños de Brasil. Belén, la mayor, ya tenía 12 años y José, el benjamín, 5 añitos. Al final de ese mismo año, pusimos a punto nuestra simpática Kombi Volswagen roja, retiramos el asiento del medio para colocar un colchón a medida, alistamos dos carpas, un baúl de madera que nos había hecho el papá de Marta y preparamos lo básico para partir. La primera etapa, el día 28 de diciembre, nos llevó hasta la ciudad de Paraná; allí hicimos noche en la casa de la hermana mayor de Marta, Cristina. Al día siguiente continuamos, llevando también de pasajera a nuestra sobrina Felicitas; es decir éramos nueve. Lo que no sabíamos era que, el reloj pulsera que llevaba nuestra sobrina iba a ser el único medio disponible para ubicarnos en el tiempo, porque yo me había olvidado de llevar el mío; así que los chicos la volvían ”loca” preguntándole la hora. Esa noche entramos a Brasil por la frontera de Paso de los Libres y dormimos en un hotel más que discreto, en la ciudad de Uruguayana. Hay que tener en cuenta que la velocidad de la Kombi en ruta, rara vez superaba los 80/85 kilómetros por hora, así que nos proponíamos avanzar no más de 500/550 kilómetros por día. A la mañana siguiente seguimos por la carretera Br 290 y paramos a la hora del almuerzo en Alegrete; en la avenida de ingreso a la pequeña ciudad, mientras buscábamos un súper, me sorprendió un “lomo de burro” (lombada en Brasil) que sacudió la kombi como si hubiera sido una montaña rusa. Por suerte no pasó de una anécdota simpática que resultó como un bautismo, ya que en Argentina no existían, todavía, esos reductores de velocidad tan extremos.


A la noche llegamos a la capital del Estado, Porto Alegre, y nos alojamos en el hotel “Roma”. Obviamente que, por razones presupuestarias, buscábamos alojamientos sencillos y económicos para dormir en ruta. Al día siguiente fuimos al Centro Comercial “Iguatemí”, un Shopping inmenso que sorprendía por la gran variedad de tiendas y productos comerciales. En Córdoba no existían todavía esos enormes Complejos; allí compramos la carpa chica, para Belén y Esteban, un termo de cinco litros y una sombrilla para la playa. Seguimos al mediodía y llegamos tarde a Tramandaí, ya en el litoral marítimo, en donde pasamos el fin de año en un modesto hotel. Todavía nuestros hijos no habían conocido el mar.
Al día siguiente, después de un aceptable desayuno, continuamos por un camino próximo al mar y buscamos una playa en la zona de “Capao da Canoa”; allí nuestros hijos conocieron el agua salada y disfrutaron un rato de las olas, recibiendo el tan ansiado bautismo de mar. Al mediodía seguimos viaje, empalmando la famosa carretera Br 101, que es la más extensa del país y era por entonces una ruta normal, con carriles de ida y vuelta. Actualmente se ha transformado en una autopista, a partir de la ciudad de Porto Alegre.
A la tarde llegamos a un camping muy pintoresco, a unos cinco kilómetros antes del reconocido balneario de Torres. Estaba ubicado al lado del mar, con una inmensa playa que llegaba, justamente, hasta esa ciudad. Armamos las dos carpas, estacionando la kombi al lado de ellas. En el vehículo dormían los cuatro más chicos: Juan, Pedro, Santiago y José. En la carpa más pequeña: Belén, Felicitas y Esteban; y en la carpa grande nosotros con el baúl, donde llevábamos una garrafa de dos kilos y todos los implementos de cocina y almacén.


Para abastecernos, íbamos diariamente a Torres con la kombi, por la misma playa, lo que resultaba toda una aventura para los chicos. El día 5 de enero festejamos el cumple de Marta, junto al de los “melli”, Juan y Pedro, y al de Santiago, que cumplen el mismo día (29 de diciembre) y que habían pasado casi inadvertidos en pleno viaje. Pasamos en el camping “Itapeva” cinco días hermosos, con sol, playas y dunas espectaculares; los chicos colaboraban en todo, manteniendo siempre el orden y el aseo personal.
El seis de enero hicimos la etapa hasta la isla de “Santa Catarina”, pasando por la ciudad de Florianópolis, buscando un camping adecuado para estar unos días y conocer la isla. Teníamos muy buenas referencias de varias playas y finalmente decidimos quedarnos en la zona norte , en “Ponta das Canas”, en un camping bien familiar, llamado “Trilha do Sol”. Desplegamos nuevamente las carpas y nos quedamos allí una semana. Recorrimos todos los rincones de la isla y la ciudad de Florianópolis, tomando muchas fotografías. Una de las cosas novedosas para nosotros eran los Centros Comerciales (Shopping Center”), ya que en Córdoba todavía no existían por entonces. En cuanto a comidas, lo llamativo era el “frango” (pollo) al espeto con polenta frita y los “salgadinhos”; además nos sorprendía la variedad de chocolates y bombones (Garotos) y dulces, especialmente el dulce de leche con banana.


Nuestro próximo destino era la ciudad de Blumenau, ubicada en la zona serrana del estado de Santa Catarina; fue fundada en 1850 por Hermann Bruno Otto Blumenau y un grupo de colonizadores alemanes. hacia allá partimos el día trece de enero, haciendo una parada para almorzar en el balneario de “Bombinhas”, como una manera de despedirnos del mar.
Cuando llegamos a la ciudad “alemana”, buscamos algún camping similar a los anteriores, y nos dieron el dato de uno que estaba apartado de la ciudad, en una zona casi selvática; fuimos a conocerlo y nos gustó mucho el paisaje; se llamaba “Selva Negra” y nos ofrecían una cabaña grande donde podíamos alojarnos los nueve, con una tarifa muy accesible, por lo que decidimos quedarnos un par de días. Las caminatas por la selva fueron los más relevante de la estadía.


El próximo objetivo era la ciudad de Curitiba, capital del estado de Paraná, la ciudad más poblada de la región sur brasileña. La escala allí fue también de dos días, nos alojamos en un hotel céntrico bastante confortable y conocimos especialmente el jardín Zoológico. La anécdota destacable es que estando allí nos sorprendió una “corrida bancaria” y un cambio de moneda en Brasil que nos dificultó comprar dinero brasileño.


El día 18 de enero salimos hacia la ciudad de Cascavel, ubicada en el extremo oeste del estado de Paraná; ese día recorrimos más de quinientos kilómetros por la ruta Br 277; llegamos a la noche y nos alojamos en un hotel sencillo pero muy cómodo, para reponer fuerzas y poder continuar al día siguiente hasta las Cataratas del Iguazú. El tramo de Cascavel a Cataratas es de sólo 140 kilómetros, así que llegamos a Foz para almorzar y buscar algún hotel barato, pero con aire acondicionado, ya que a esa altura la humedad y el calor nos había pegado muy fuerte. Justamente en el ingreso a la ciudad de Foz do Iguazú, nos sorprendió una lluvia torrencial que nos obligó a detenernos al costado de la ruta, ya que la visibilidad era nula. Nos hospedamos en el sencillo hotel céntrico “Santos Dumont”; estuvimos tres días, conociendo las fabulosas Cataratas y la gigantesca Represa de Itaipú, sobre el río Paraná. También organizamos un día de compras en Ciudad del Este, Paraguay.


El día 22 iniciamos el regreso a Argentina, ingresando por el puente Tancredo Neves, llegando ya de tarde a las Ruinas Jesuíticas de San Ignacio Miní. Después de una merienda y de tomar unas cuantas fotos, seguimos por la ruta 12 para llegar de noche a la ciudad de Corrientes. Dormimos en un hotel familiar y continuamos viaje hasta Paraná. Estuvimos dos noches alojados en la casa de Toti y Cristina (cuñado y hermana de Marta). Aprovechamos para pasear por el “Parque Urquiza” y los chicos disfrutaron en la plaza del Pato Sirirí.


Finalmente, el día 25 de enero estuvimos de regreso en nuestra casa de Unquillo, habiendo cumplido con creces los objetivos planteados, es decir, pasear en familia con gastos básicos, lograr que los hijos conocieran el mar, las increíbles cataratas del río Iguazú, las ruinas jesuíticas de Misiones, y generar en ellos inquietudes y cariño por esta forma de viajar y conocer otros paisajes y otras costumbres.

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