Capítulo 10

22 a 26 de junio 1976

EL REGRESO

TRAMO WASHINGTON DC – NUEVA YORK – PANAMÁ – BUENOS AIRES – CÓRDOBA

La primera etapa hasta Nueva York la hicimos confortablemente, en un Boeing 727, que aterrizó en el aeropuerto JFK alrededor de las 18:00 hs. Esperamos hasta las 22:30 hs. para embarcar en “Air Panama”, hasta la escala en Miami; allí el avión acusó un problema mecánico y nos avisaron que continuaría recién a las nueve de la mañana, con ocho horas de demora. Nos alojaron en un hotel del aeropuerto hasta la partida. Nuestros nervios se volvieron a poner a prueba y fue muy poco lo que pudimos dormir; teóricamente, teníamos que estar a las ocho en la embajada argentina en Panamá, para llenar unos papeles relacionados con el vuelo en el CAME; obviamente que era imposible, porque con la demora, estaríamos llegando al aeropuerto del Tocumen recién a las 11:30 hs. y el vuelo militar saldría a las 14:00 hs. aproximadamente. Felizmente, estaban esperándonos el Comodoro Weber (Agregado militar en Centroamérica), a quien habíamos conocido tres meses atrás, y el Suboficial Rochi; tenían todo solucionado y nos entregaron los pasajes. Realmente, sentimos una sensación de alivio indescriptible; estábamos cada vez más cerca de casa. Después de los agradecimientos, a la hora prevista despegamos rumbo a Bogotá, donde haríamos escala y pasaríamos la noche. Fuimos con todos los pasajeros y la tripulación, al hotel Continental, en el centro de la ciudad. Conocíamos especialmente, de Ascochinga, a uno de los pilotos, el Vicecomodoro Grande. Luego de instalarnos, salimos a conocer un poco la ciudad y comprar otros regalitos; volvimos temprano y después de un baño reparador dormimos profundamente.


Como dato anecdótico, en el año 1985, siendo ya Capitán y destinado en la Región Aérea Noroeste (Córdoba), tuve como Jefe de la Región al Comodoro Luis Grande, con el que recordábamos siempre ese vuelo de regreso en el CAME.


Bien tempranito nos levantamos y, luego de un frugal desayuno, partimos al aeropuerto; el Boeing 707 despegó alrededor de las ocho, haciendo una escala técnica en Quito. Después otra corta estadía en el aeropuerto Jorge Chávez, en Lima. A las tres de la tarde, hora argentina, iniciamos la última etapa aérea de nuestro viaje; en menos de cuatro horas estábamos sobrevolando el aeropuerto del Palomar, muy nerviosos y con una enorme emoción; creíamos que nos íbamos a encontrar con algún familiar allí, pero por diversas informaciones contradictorias, no fue así; nadie viajó desde Córdoba, al no tener certeza alguna de la llegada del CAME, y tuvimos que resignarnos a buscar otra alternativa para trasladarnos a la ciudad Capital. La verdad que no sabíamos a quién llamar por teléfono; ya era de noche y la única opción que quedaba era el Brigadier Núñez Sánchez, también compañero del papá de Marta. Sabíamos que significaba una molestia para él, pero tampoco podíamos viajar en tren, porque no teníamos plata argentina y nadie para cambiar algunos dólares. Finalmente, cerca de las diez de la noche, apareció el Brigadier tratando de disimular lo mejor posible el trastorno que era ir de noche hasta El Palomar; muy cordialmente nos llevó al departamento de “Beby”, una tía de Marta. Allí nos esperaban con su hijo Luis, tan emocionados como nosotros. Esa noche nos quedamos hasta muy tarde, contando la aventura sobre ruedas y mostrándoles una cantidad de fotos. Ahora sólo quedaba el último tramo hasta Córdoba.


El viernes a la mañana, hicimos algunas llamadas telefónicas tratando de conseguir algún vuelo militar, pero no tuvimos suerte; entonces resolvimos viajar a la noche, en tren; curiosamente, era el único medio de transporte que todavía no habíamos utilizado en nuestro periplo. A esta altura de los acontecimientos, ya Marta tenía una pronunciada “pancita” y nuestra “princesa” Belén se hacía notar permanentemente. A la tarde, fuimos invitados a tomar el té en el departamento de los Fagés, también amigos de años de Ascochinga, donde compartimos con él y su esposa Marta una amena charla con los comentarios del viaje. Desde allí hablamos por teléfono a Córdoba, para confirmar el horario de llegada. Siempre con Fagés como chofer, pudimos despedirnos de los Núñez Sánchez, visitar a nuestro sobrino Lucas y volver a lo de “Beby” para recoger el equipaje; marchamos a la estación de Retiro, acompañados también por Luis que nos ayudaba con los “bártulos”, y a las nueve de la noche partimos hacia la “docta”.


La llegada y el reencuentro con nuestras familias fue realmente muy emocionante; habíamos concluido nuestra aventura y nuestro sueño; logramos recorrer el continente americano por tierra, demostrando que se podía. Ese día sábado, nos reunimos todos en Ascochinga para celebrar a lo grande, relatar la aventura y contestar la infinidad de preguntas sobre el viaje.

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